TEMA 2

Acondicionamiento y Gobiernos Locales


La planificación territorial en el Perú desde la década del noventa está minimizada, a partir de la desactivación del Instituto Nacional de Planificación, quedando sólo los planes urbanos a cargo de las municipalidades provinciales y distritales como herramientas de planificación, especializándose en la elaboración de planes directores.

En un período en el que los gobiernos locales más empobrecidos aumentaron en alguna medida sus rentas por transferencias del gobierno central, se presentó el caso en que ciudades importantes vieron disminuidos sus ingresos y con ello las obras de acondicionamiento urbano. Algunos municipios más pequeños y alejados, por el contrario, iniciaron la ejecución de obras, orientándose sobre planes elaborados por equipos profesionales, muchas veces foráneos, en que se dio prioridad al equipamiento. Pero en realidad las deficiencias y carencias siguen siendo manifiestas, por cuanto los ingresos que en general los municipios reciben por transferencias del gobierno central son exiguos.

Las ciudades mayores disminuyeron sus obras y su capacidad de mantenimiento y equipamiento, mientras que el Ministerio de la Presidencia aparecía como un serio e inesperado competidor en la construcción de obras. Por otra parte, en las zonas alejadas se requiere de un tratamiento especial con vistas al desarrollo rural y urbano, lo cual no se da. Se está perdiendo la perspectiva de desarrollo de sistemas espaciales en función del desarrollo actual y futuro.

En nuestro país, adicionalmente, persisten vacíos legales y de procedimientos normativos claros que faciliten la institucionalización de Planes de Acondicionamiento Territorial. En países como Colombia o Venezuela, por citar solo dos casos, hay normas precisas que señalan los pasos metodológicos a seguir en cada nivel de gobierno, para orientar de este modo las inversiones en el territorio, con un gran componente de participación ciudadana, de institucionalidad y de conciencia ambiental.

No se trata, pues, de una prerrogativa exclusiva del gobierno central o regional el orientar el desarrollo territorial, porque los niveles provincial y distrital poseen algunos roles definidos por la Ley Orgánica de Municipalidades y el Reglamento de Acondicionamiento Territorial, el Desarrollo Urbano y el Medio Ambiente (D.S. 00785VC), los que aún siendo insuficientes orientan en alguna medida el aprovechamiento del espacio.

Los planes de desarrollo urbano resultan un buen soporte para las acciones de los gobiernos municipales, sin embargo, son muchos los casos en que han quedado relegados como documentos en los estantes de los burócratas locales, sin ser finalmente tomados en cuenta. Esto puede explicarse en parte porque no son concebidos con el concurso de todas las autoridades locales y de los vecinos, pero también puede obedecer al desorden en la ejecución de obras. Por tanto, concebir y tener un Plan de Acondicionamiento Territorial no significa la cristalización de las expectativas del espacio local.

Si este proceso de planificación se construye carente de compromisos y legitimación a través de la participación, adolece de institucionalidad en el control, y soslaya el financiamiento, poco es lo que se puede lograr en el futuro, creándose mas bien desaliento entre la población.

La planificación estratégica posee elementos importantes para lograr la formulación, consolidación, ejecución y monitoreo de planes y proyectos locales, aunque es imperativo alimentar este proceso del componente espacial y de la previsión de escenarios dinámicos en la elaboración de propuestas y planes de contingencias.

Las obras físicas son un soporte para el desarrollo, pero no son en definitiva lo que convierte a un distrito o provincia en un espacio desarrollado. Es por ello que debemos evitar la tentación de convertir un Plan de Acondicionamiento Territorial en sólo un inventario de obras de equipamiento distribuidas en toda la jurisdicción.

Muchos gobiernos locales consideran el Acondicionamiento Territorial como una programación de obras físicas, sin tener claro que lo central es el aprovechamiento de todo el territorio. Así mismo, otros se centran en acondicionar sin haber realizado un ordenamiento previo, o sin haber hecho por lo menos un reconocimiento de lo que se debe potenciar en el distrito para impulsar su desarrollo socioeconómico.

Por citar un ejemplo, la infraestructura física para el funcionamiento de servicios básicos a la población es importante, pero sólo impulsamos la consolidación de asentamientos, sin considerar jerarquías por rango poblacional y prever otras exigencias y demandas a nivel de todo el espacio geográfico local. Pocas veces pensamos que debemos tener espacios de reserva para alguna actividad, por ejemplo para una posible reubicación por desastre o expansión urbana de los caseríos, o para conservar bellezas escénicas, evitando su deterioro o explotación inmediata.

En muchos casos vemos que existen instrumentos de planificación y acondicionamiento territorial a nivel de ciudades capitales provinciales, que ayudan a orientar las inversiones futuras por parte del gobierno local; pero al mismo tiempo detectamos que son muy pocos los casos en que este tipo de planificación llama a la población para conocer su visión de futuro y/o para que contribuya participando en la ejecución, control y evaluación del plan. Más aún, en términos generales los problemas comunes deberían ser compartidos por más de un municipio, manteniendo una comunicación permanente con la ciudadanía.


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